El Pabellón de Barcelona de 1929

Se trata de uno de los edificios más representativos de la modernidad del siglo XX. Fue construido en 1929 por Mies van der Rohe para la Exposición  Internacional de Barcelona.

El edificio huye de la visión convencional y académica de la simetría y aunque pequeño y efímero, ha llegado a ser uno de los más influyentes. 

Las fotos del montaje de 1929

Tuvo una vida efímera, ya que sólo estuvo en pie unos pocos meses, y poca gente lo visitó en aquel momento. 

Sin embargo, cambió la historia de la arquitectura gracias a un puñado de fotos que existían de él y gracias a que se reconstruyó en 1986 con motivo del centenario de Mies.  

Estas son las fotos con las que el pabellón influiría al mundo. 

Una de las imágenes que se difundieron muestra los planos verticales que enmarcan un estanque de agua oscura, porque estaba recubierto de piedra negra y con una estatua de Georg Kolbe, titulada "El Amanecer"y que sirve como el eje visual de todo el pabellón sobre el estanque. 

Otra de las imágenes que se difundieron en aquel momento, era el exterior, al lado del palacio de Maria Cristina.

Con un techo que parece flotar sobre un plinto de piedra de mármol travertino, con dos banderas, la española y la alemana y las sombras de unas columnas que hacían las veces de separación y que hoy en día han desaparecido.

Lo que hace tan importante a este pabellón no es solo el hecho de que el espacio se disuelve. 

Se disuelve de manera que permite organizar el espacio sin ningún elemento de continuidad. Todo el recinto es una sucesión de espacios en comunicación acentuados por dos pequeños estanques, uno de los cuales con la estatua de Kolbe. 

Materiales

Travertino romano, mármol verde de los Alpes, mármol verde de Tinos en Grecia, Ónice dorado traído de una cantera marroquí y luego unos planos de vidrio y una gran organización que alberga en una esquina los usos adicionales. 

Todo el edificio está sostenido por solo 8 pilares metálicos. No sólo la concepción del espacio, sino la riqueza de los materiales lo hace un edificio especial. 

Cuando nos acercamos vemos que es algo más que solo una abstracción, tiene una cualidad táctil y sensual que se manifiesta en el muro infinito con el banco de travertino. En los otros muros exentos de mármol, los pilares casi ingrávidos que sostienen la cubierta y que hacen que los cerramientos y lo que lo cubren sean objeto de una reflexión arquitectónica distinta.

 Hasta entonces los pilares eran los pilares y los muros eran los muros, pero en el pabellón, se segrega el pilar del muro y se entienden como algo que no tiene relación. Los muros no son portantes, la cubierta está sostenida por los pilares y los muros son solo unas pantallas que guían la circulación de las gentes. Todo esto se hace con unos materiales de extraordinaria belleza y ostentosos en su riqueza. 

No sólo el cómo se articula y organiza el espacio es importante, sino que los materiales también lo son. 

El muro de ónice original se desmontó y se devolvió a Alemania, pero en la reconstrucción del 86 los arquitectos consiguieron encontrarlo en una cantera de Argelia después de recorrer media docena de países buscando una piedra que fuera similar a la que en su día Mies había usado para hacer el muro, que es el elemento más exótico y al mismo tiempo más valioso del pabellón. 

A Mies también le pidieron que representara Alemania pero de una forma sobria y sutil. Añadió fuera una bandera española y una alemana, pero al final la forma de representar a su país fue a través de estos tres elementos:

El muro dorado de ónice, la alfombra de lana negra y la cortina de terciopelo rojo. Sugiriendo la presencia del país pero a través de elementos abstractos. 

La Silla Barcelona, se diseñó en exclusiva para el pabellón, su diseño está basado en la sella curulis, utilizada por los magistrados romanos, aunque con variables ergonómicas fruto de los diseños que se experimentaban en la escuela Bauhaus. Con una estructura de acero inoxidable y el asiento de cuero blanco. 

Fue una colaboración de Mies Van der Rohe y la diseñadora Lilly Reich y se colocaron únicamente dos en todo el Pabellón, que estarían destinados a hacer las veces de tronos para los reyes de España, el Rey Alfonso XIII y la Reina Victoria Eugenia de Battenberg.

Hoy se sabe que es el edificio más importante del siglo XX, pero cuando se celebró el centenario en el 86 y se terminó ese pabellón eso no estaba tan claro para muchos. El centenario apenas fue celebrado, el museo de arte moderno de nueva York tenía la colección de dibujos del arquitecto, que había dejado todo su legado allí hizo una exposición de compromiso. 

El tiempo había cambiado, en aquel momento el historicismo postmoderno era dominante y la arquitectura de Mies se miraba con distancia, con displicencia. Las valoraciones históricas cambian, en el centenario Mies ya no estaba de moda. Pero 15 años más tarde volvió a estar en el centro de debate, en parte, gracias a la reconstrucción del pabellón. Le mostró a la gente su extraordinario genio y lo prematuro de su concepción del espacio moderno, pero también porque el clima arquitectónico había cambiado y esa arquitectura reductiva había llegado a ser de nuevo valorada por los arquitectos y por la crítica. 

Hoy en día se ha convertido en lugar de peregrinación de arquitectos y en un icono turístico de la ciudad de Barcelona, pero que es al mismo tiempo la bisagra sobre la que gira la revolución moderna .